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Filme que retrata las miserias humanas más universales

Es una película con acentuada intención satírica, donde intervienen tres actores de inestimables profesionalismo y talento y tremendamente prestigiosos. Eso acentuará la comicidad dolorosa y el patetismo.

05/11/2023 06:00 Espectáculos
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En el año 2021 dos directores que se han destacado en los últimos años volvieron al ruedo con un nuevo film. Es que la dupla conformada por Gastón Duprat y Mariano Cohn, que brillaron en sociedad con la dirección de varios films, entre los que destaca "El ciudadano ilustre", estrenaron en marzo de este año una obra que se titula "Competencia oficial" y es una coproducción argentino-española. Fue rodada durante la pandemia en Madrid.

Es una película con acentuada intención satírica, donde intervienen tres actores de inestimables profesionalismo y talento y tremendamente prestigiosos. Eso acentuará más incluso la comicidad dolorosa y el patetismo que suele hacer muy efectivos los relatos como éste.

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Millonario y excéntrico

Un millonario excéntrico, en una repentina sed de trascendencia tardía, se decide a dejar huella de su paso por el mundo financiando una película, que debe alcanzar la categoría de "memorable", sin importar qué diga ni qué despierte. El fin es quedar en la historia, comprando el talento que no se tiene y delegando el oficio que no se compra. Pura efectividad para abonar con su apellido el registro histórico de ignotos mecenas para el público general, que solamente conocen los realizadores que eventualmente puedan necesitarlos. ¿Acaso sabemos, quienes no aspiramos a realizar una película, qué potentado financió una anterior? Para este hombre, sólo importa su sello. Para los realizadores, el sustento. Por medio de qué mensaje, de qué estética o de qué ideas, es lo de menos. Con esta premisa contrata a una directora polémica del momento, un poco díscola, bastante contradictoria y exigente hasta la médula en cuestiones ridículas.

Ella es también representante de aquellos que en nombre del arte se permiten vilezas que la vida social extra-ópera no osaría realizar sin consecuencias de enemistad de por medio. El personaje de Lola Cuevas es interpretado por Penélope Cruz que parodia al prototipo de cineasta de pose, con esa excentricidad forzada y fabricada un minuto antes de salir al estrado de la fama.

Todo egocentrismo y subjetividad, simulacro de sujeto sensible y de verdugo que se alternan caprichosa e imprevisiblemente. Tratar con ella es el desafío mayor para esos dos actores que contrata, interpretados por Oscar Martínez, –otro ciudadano ilustre–, y por Antonio Banderas.

La mejor clase de actuación

Algunas escenas del principio constituyen la mejor clase de actuación y la mejor sátira al mundo del cine que se hizo jamás. Mientras Félix Rivero (Banderas) es el típico actor taquillero, superficial, envanecido al extremo por el mismo mercado, Iván Torres (Martínez), en cambio, es el reconcentrado artista intelectual que carece de sentido del humor y se toma demasiado en serio a su profesión y a sí mismo, mientras apuesta en cambiar el mundo desde la piel de un personaje cualquiera de una obra más cualquiera todavía. Otra forma de soberbia ataviada de sensibilidad social. Ya el cóctel enunciado promete y mucho.

El tono no cambia en ningún momento: se trata de la industria del cine mirándose al espejo. Una metalingüística para el mundo del espectáculo, que se autopercibe como "un grupo de representantes emblemáticos del séptimo arte". Nada menos.

Un filme muy efectivo

El film es muy efectivo en su más pretendido fin: incomodar. Muchas son las escenas que nos transmiten inquietud, frustración, pena, fastidio, vergüenza, cansancio…

Y allí radica su genialidad. Quizá la industria del cine y de los premios internacionales no se dignen premiar semejante autocrítica, pero el film no deja de ser una tragicomedia excelente, una crítica social valiosísima y, como El Ciudadano Ilustre, un muestrario de la mediocridad proliferante.

Recomendación plena para este producto de calidad, al que pueda reclamársele, en un análisis superficial, cierta actitud del cine mirándose el ombligo. Pero en el fondo retrata las miserias humanas más universales que ocurren tanto en el plató como en cualquier empresa y circunstancia en que intervengan hombres y mujeres.

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