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"1922", HISTORIA MACABRA CON EL SELLO DE KING

El relato de Stephen King ha sido traducido a un lenguaje audiovisual interesante, en que concurren maizales gigantes y humildes paisajes rurales. Actuado con maestría por Thomas Jane.

29/10/2023 11:30 Espectáculos
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"1922", HISTORIA MACABRA CON EL SELLO DE KING "1922", HISTORIA MACABRA CON EL SELLO DE KING

No ha de ser muy fácil reproducir la atmósfera que construye con esmero y un gran oficio un escritor profesional. Stephen King, uno de los grandes narradores norteamericanos contemporáneos, ha hecho gala en muchas obras de esa habilidad para construir un clima creíble y, sin embargo, temible.

Él mismo ha confesado que para escribir relatos de terror lo primero que hace es preguntarse, con la imaginación, qué le daría mucho miedo. Y de la respuesta, en ocasiones, surge el argumento que contará.

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Esa centralidad de la psicología personal del autor determina una o varias características específicas y difícilmente repetibles.

Al llevar un relato como éste, una novela corta que King titula "1922", a lenguaje del cine, el desafío es considerable. Los miedos que se perciben en la visión particular deben tornarse un ambiente general, algo que no nos deje fuera de la atmósfera alucinada en la que vive el personaje.

Hace aproximadamente dos años, la plataforma de streaming más famosa estrenó la puesta en escena de "1922", una novela corta del autor.

Se trata de la historia de Wilfrid James, un campesino que vive en una propiedad a la que acaban de sumar algunas hectáreas que recibió en herencia Alette, su esposa. El matrimonio tiene un hijo de unos catorce años.

James comienza a convencerse de que la obsesión de su mujer por vender las tierras y mudarse a la ciudad no cederá fácilmente. Ella desea montar una tienda de ropa femenina en Omaha. El poder que le hace sentir la posesión de una herencia de la cual puede disponer, va irritando a su esposo, quien no hace sino ver cómo crece en secreto su odio. Y la sensación se manifiesta abiertamente con el hijo adolescente a quien manipula y convence de que deben sacar del medio a Alette si no quieren que su mundo, su estilo de vida, su cultura muera sepultada bajo las compras femeninas de Omaha.

El resultado es que entre los dos alcoholizan a la mujer y luego la asesinan con una torpeza que invita a taparse los ojos: con un cuchillo de carnicero y un despliegue de sangre que impresiona. Luego, envuelven el cuerpo en una manta y lo arrojan en un pozo de agua

. Con la intención de tapar los metros perforados en la tierra, sin levantar sospechas de la policía, encuentran la forma de precipitar una vaca dentro y entonces sí tapiar el hueco. Ya entonces las ratas hacen irrupción en la escena. Y serán, como lo han sido en toda la tradición, la imagen de la corrupción. De aquello que asquea a la humanidad de sí misma. Es curioso, para observar esta valencia de la rata, el cuadro de El Bosco, en que ocurre un himeneo en "El jardín de las delicias" pero por el otro extremo de la burbuja donde se aman los protagonistas, está filtrándose una rata. Aquí se utiliza la invasión de ratas con una misma acepción metafórica.

El argumento es de una simpleza clásica, quizá incluso recuerde los cuentos de Poe que instalan el tremor como una vacilación permanente entre lo terrorífico natural y lo sobrenatural. La puesta de Zak Hilditch, guionista y director, logra lo más difícil: reproducir esa atmósfera opresiva, sórdida, que está a horcajadas entre la realidad y una psicología alterada por la culpa.

En suma, el relato de Stephen King ha sido traducido a un lenguaje audiovisual interesante, en que concurren maizales gigantes y humildes paisajes rurales. Actuado con maestría (especialmente por Thomas Jane), el relato fílmico no traiciona en nada el espíritu que inspiró esta novela breve de un narrador magistral.

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