Planificar el sexo

La vida sexual es, potencialmente, una parte importante de la vida de las personas. Esta premisa es verdad, siempre que partamos de la base clave: el sexo es una actividad que uno decide y que está bueno tenerla cuando se desea, se puede y se dan las condiciones personales para eso. En función de esto, no parece tener mucho sentido privarse de esa actividad que, lo subrayemos, tiene muchas ventajas. Insisto, cuando se quiere, se puede y se decide. Pero, obviamente, no es obligatoria. También valga decirlo y hasta remarcarlo. Esa es la ventaja del ser humano. No existe nada que nos obligue a hacerlo, pero también es una de las maravillosas posibilidades humanas porque con el sexo somos capaces de manifestar el placer, generar vínculos, proponer sensaciones, expresar sentimientos, generar satisfacción, producir efectos positivos para uno y para los demás. Todo eso o sólo algo de ello. 

En la vida de pareja el sexo debería ser una de las partes que debe tener su lugar. Es decir, que es saludable que una pareja tenga sexo con cierta regularidad y, sobre todo, lo desee con una mayor regularidad. Los que no lo tienen, ¿tienen un problema? Sería una pregunta válida. No necesariamente si es un tema que se habla, se decide voluntariamente y, sobre todo, se crean otros recursos para desarrollar la intimidad, potenciar la satisfacción, renovar la cercanía, hacer presente la ternura y expresar los sentimientos. Porque si estos puntos no están presentes, allí, efectivamente la pareja tiene problemas. 

Ahora bien, el sexo es una actividad que, muchas veces, aprendimos que es espontánea, sobre todo al pensar que los hombres siempre quieren sexo más que las mujeres. Pues en esta frase hay dos mentiras aceptadas como verdad pero que no tienen ningún fundamento en la realidad. El sexo es una actividad que también se puede (se debe) programar y el deseo de tener sexo no reconoce un género prioritario.

Es más, en un estudio reciente se encontró que el deseo de las mujeres tendía a fluctuar más a lo largo de sus vidas, pero que hombres y mujeres experimentaban fluctuaciones de deseo muy similares a lo largo de la semana. O sea que lo que la ciencia dice es que el deseo sexual es, potencialmente, constante tanto en varones como mujeres, aunque no siempre crean que puedan tenerlos, decirlo o también no sentirlo en algún momento. 

Sobre el tema de lo espontáneo contra lo planificado es esencial pensarlo. Hoy se sabe que hay dos tipos de deseo: espontáneo, esa sensación de querer tener sexo de la nada, y el receptivo, que surge en respuesta a estímulos, más común en los que mantienen relaciones a largo plazo. En las parejas, entonces, debemos comprender que es posible tener relaciones sexuales sin deseo espontáneo, siempre que haya voluntad y consentimiento. Eso no implica que el "fuego se apagó" ni nada de esas ideas sino de comprender que lo que prueba que el sexo es una actividad placentera, conjunta, estimulada y producida es la decisión en la pareja de buscar la forma de tenerlo, escuchando lo que la pareja precisa y buscando formas de hacerlo. Eso sería una muestra que de una buena consistencia como pareja. 

Por ello, planificar el sexo en una pareja es una de las pruebas que la pareja funciona mejor, como también un buen ejercicio para hacer que funcione mejor una pareja. No es un simple juego de palabras, sino es la convicción que todo lo que haga que la intimidad pueda crecer, que la palabra sea posible, que pensar en el otro sea una constante, que lo lúdico sea una posibilidad cierta, que la búsqueda del placer sea una inquietud que se mantenga, todo eso nos habla de la importancia que, aquí y ahora, tiene esa persona con la que uno comparte una parte de la vida. Enhorabuena por lo que lo pueden hacer.