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ASUNCIONES PRESIDENCIALES: ENTRE LA CURIOSIDAD Y LA SORPRESA

Eduardo Lazzari | Historiador

LA ASUNCIÓN DE YRIGOYEN- LA TENSIÓN ENTRE LA POPULARIDAD Y EL PROTOCOLO

LA ASUNCIÓN DE YRIGOYEN: LA TENSIÓN ENTRE LA POPULARIDAD Y EL PROTOCOLO

03/12/2023 06:00 Santiago
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La asunción de un presidente en la Argentina es siempre un acontecimiento que atrae la atención pública, ya que se mezclan la condición presidencialista de nuestro sistema político con las expectativas propias de un país que sigue ansiando su destino de grandeza, con la esperanza de encontrarlo en la gestión que se inicia. Para muchos ciudadanos es la oportunidad de pensar que transcurrido el período de gobierno, pueda repetir el presidente, lo que de alguna manera significaría que las decisiones tomadas han logrado mejorar la circunstancia de vida de los argentinos. Para otros, la inauguración presidencial marca un tiempo de desazón por la contradicción que el primer magistrado representa para las propias ideas políticas. Pero no cabe duda que desde 1983 se ha logrado que la Argentina tenga una institucionalidad estable, que vale la pena remarcar en varios hechos que podrían significar algo anecdótico, aunque a la luz de la historia sin duda es algo más profundo.

   El próximo domingo 10 de diciembre los argentinos seremos testigos de la asunción del 50° Presidente de la Nación Argentina, el 10° desde la restauración democrática, luego de cinco mandatos culminados perfectamente (Néstor Kirchner, dos de Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri y Alberto Fernández) y cuatro períodos que marcan una alternancia partidaria original y completa, todos hechos que se producirán por primera vez en la historia argentina.

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   Sin duda, este tiempo marca un contexto estimulante desde la perspectiva institucional, base para la concreción de los objetivos comunitarios y personales, ya que los argentinos hemos aprendido que el respeto a la Constitución Federal es el sustento básico para pretender una vida mejor. Por eso, vamos a recordar hoy algunos episodiosque tuvieron lugar cuando un ciudadano electo por el pueblo tomó los atributos del poder, luego de la decisión soberana de entregarle el manejo de la cosa pública.

La asunción de Sarmiento: el primer opositor que llega al poder

   El embajador argentino en los Estados Unidos Domingo Faustino Sarmiento había sorprendido al ganar las elecciones presidenciales de abril de 1868: no había participado de la campaña electoral, se había quedado en el gran país del Norte; fue candidato de un conglomerado opositor sin integrar ningún partido; a lo que se sumaba su carácter volcánico, su gusto por la pelea política descarnada y su lejanía de los asuntos públicos domésticos, haciendo gala de su mote de "el loco Sarmiento". Cuando el 12 de octubre de 1868 desde su casa tomó el carruaje para dirigirse al Congreso Nacional, lugar en que diputados y senadores lo esperaban para tomarle juramento, eran pocos los que esperaban mucho de un gobierno de Sarmiento.

   La multitud colmaba el viejo espacio ubicado entre el mercado de la Recova y las antiguas instalaciones del Fuerte de Buenos Aires para ver al nuevo mandatario. Llamó la atención de propios y extraños la gran alegría que Sarmiento transmitía con su amplia sonrisa, algo poco habitual en él. Terminada la ceremonia inaugural, el flamante presidente se dirigió hacia su carruaje y la silbatina del pueblo reunido frente al edificio comenzó a ser más intensa, ya que la mayoría de los asistentes eran seguidores del mandatario saliente, don Bartolomé Mitre, quien había asistido a la derrota de su candidato Rufino de Elizalde en las elecciones de abril de ese año.

   El talante de Sarmiento no se modificó por la bulla de los nuevos opositores, hecho que se contemplaba en la carroza abierta que lo trasladaba ciento cincuenta metros, desde el Congreso hasta la vieja casona de los virreyes, que oficiaba de Casa de Gobierno. De pronto, el nuevo presidente ordenó al cochero detener el carruaje, se puso de pie y saludando a diestra y siniestra, hacia atrás y hacia adelante, logró que la manifestación callara, y cuando el silencio respetuoso esperaba que el hombre que comenzaba a regir los destinos del país le dirigiera su palabra, el sanjuanino propinó un sonoro corte de manga, que no sólo sorprendió a propios y extraños sino que produjo una estruendosa reacción de sus adversarios, mucho más sonora que la calma silbatina que lo había precedido.

   Sarmiento se sentó en el carruaje, con una ostentosa satisfacción, llegó a la Casa de Gobierno, donde recriminó a su antecesor que "los aromas de la casa parecen más bien los de un fonda", logrando la distracción que buscaba para seguir disfrutando, siendo fiel a su carácter y a su estilo, del día más glorioso de su vida: sus conciudadanos le habían otorgado el mando del país. Ese día puso a prueba algo que muchos decían de él y los venció a lo largo de seis años: "Sarmiento es tal que no hay partido político que lo soporte ni mujer que lo aguante". Su tiempo en la cumbre del estado fue ejemplar y es el momento en que inició su romance otoñal con Aurelia Vélez, la hija de su amigo Dalmacio, pero esa es otro historia.

La asunción de Yrigoyen: la tensión entre la popularidad y el protocolo

   La aplicación leal por parte del gobierno conservador de Victorino de la Plaza de los recaudos legales de la ley 8871, que impuso el voto secreto, obligatorio y universal en 1912, a pesar de los riesgos políticos que ello suponía para la vieja aristocracia, hizo posible el triunfo de la Unión Cívica Radical en las elecciones de abril de aquel año. Sin duda ello marcó un cambio formidable en las costumbres políticas, ayudado por las orientaciones del nuevo gobierno encabezado por el indiscutido líder radical Hipólito Yrigoyen, a quien sus seguidores llamaban con cariño y con unción "don Hipólito" y el mundillo político "el peludo".

   La desconfianza entre conservadores y radicales era tal que no hubo ningún contacto entre los que abandonaban el poder y quienes iban a detentarlo durante los seis meses de transición entre ambos. El 12 de octubre de 1916 la fórmula presidencial Yrigoyen – Pelagio Luna hizo en el nuevo Congreso Nacional sus juramentos de estilo, y al salir rumbo a la Casa Rosada la carroza con la solitaria presencia de Yrigoyen, la multitud intentó quitar los caballos para arrastrar el carruaje con sus propias manos. Eso produjo un conato de enfrentamiento de la custodia presidencial, ya entonces a cargo del Regimiento de Granaderos a Caballo con los fanáticos radicales, hecho que fue zanjado por el nuevo presidente, que supo calmar a sus adherentes, quienes dejaron de lado su intención, y los militares, que suavizaron sus duros modos castrenses, aliviándose la tensión y permitiendo que el vehículo llegara a la plaza de Mayo tirado por sus designados equinos.

   Al arribar a la explanada de la avenida Rivadavia, el nuevo mandatario se dirigió a la entrada principal de la Casa de Gobierno, donde un mayordomo negro lo saludó y lo condujo hacia el Salón Blanco, lugar que Yrigoyen no conocía. Hay que destacar que era una costumbre generalmente aceptada que el personal de protocolo de la sede del Poder Ejecutivo y del Congreso Nacional fueran integrado por descendientes de los primeros esclavos libertos por la Asamblea del Año XIII. Luego de ascender por la escalera llamada "Italia" Yrigoyen fue llevado junto a su antecesor, y fueron presentados ya que no se conocían. Cumplido el ritual de entrega de los atributos de mando: el bastón de mando y la banda presidencial, bajo los sones de la marcha "Ituzaingó", don Victorino de la Plaza se retiró caminando a su casa, saludando cortésmente a una multitud que no le era adicta. Su residencia estaba ubicada a unas veinte cuadras de la plaza de Mayo, y es hoy la Escuela Nacional de Inteligencia. Nadie molestó en esa caminata al presidente digno que entregó el poder como mandaban las leyes y las costumbres, sin importarle el signo partidario de su sucesor.

La segunda asunción de Perón: el dramatismo de una tragedia personal y política

   El adelantamiento de las elecciones presidenciales a noviembre de 1951 ocultaba un hecho que no era conocido por la mayoría de los argentinos, pero que ya se estaba convirtiendo en un fuerte rumor: la esposa del presidente Juan Perón estaba gravemente enferma. La fotografía que la muestra a Evita votando en el policlínico donde había sido intervenida quirúrgicamente dio sustento a esos trascendidos que nadie quería confirmar. El triunfo de la fórmula Perón – Quijano fue abrumador en las primeras elecciones directas presidenciales de la historia y las primeras en las que votaron las mujeres argentinas. 

   Pero el año 1952 iba a ser dramático para Perón. En enero de ese año el vicepresidente reelecto Hortensio Quijano fue internado a raíz de un cáncer que lo asolaba desde tiempo atrás, falleciendo el 3 de abril a los 67 años. El presidente perdía a quien había dado reiteradas muestras de lealtad partidaria y un gran manejo del Senado. La muerte de Quijano significaba que Perón debía enfrentar su segundo mandato sin vicepresidente. Pero sin duda lo más dramático que vivió Perón ese año fue la enfermedad de Evita, quien le había prometido acompañarlo al Congreso el día de su segundo juramento presidencial.

   El 4 de junio de 1952 desde el palacio Unzué, residencia presidencial ubicada en el predio que hoy ocupa la Biblioteca Nacional, el automóvil presidencial llevó al matrimonio Perón rumbo al Congreso. Evita fue sostenida por un arnés metálico, al que fue atada, disimulando esa situación con un tapado de piel. A pesar de la fingida alegría del momento, el clima imperante era de una gran tristeza, ya que todos sabían o intuían lo que estaba pasando. Quedaba claro el carácter férreo de Evita, que soportó dolores inenarrables a raíz del viaje al Congreso. Ese sería el último acto público que "la abanderada de los humildes" iba a protagonizar: sólo cincuenta y dos días después moriría, dejando a Perón en un estado de soledad que iba a influir en su recién inaugurado gobierno, pero esa también es otra historia.

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