Hay que tener en cuenta la salud integral: física, pero también mental Hay que tener en cuenta la salud integral: física, pero también mental
Al principio había más ansiedad, porque nos enfrentábamos a algo novedoso e impredecible, pero con el tiempo empezamos a ver más depresión. Hoy vemos que 6 de cada 10 reportaron síntomas leves y moderados de depresión, y 5 de cada 10 síntomas de ansiedad. Gran parte de la población tiene fatiga mental, y eso se ve en todo el país, aún cuando el pico de contagios es en Buenos Aires. El impacto mental es homogéneo, por la incertidumbre que no solo abarca la salud. Esta situación afecta mucho a los jóvenes, que son un grupo de riesgo. 8 de cada 10 jóvenes tenían síntomas de fatiga, ansiedad y depresión.
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El cerebro es un órgano social: necesitamos el vínculo con el otro. Este virus agarra lo mejor de nuestra especie, que es la capacidad de vincularnos, y lo usa en nuestra contra. Por eso hay que respetar el distanciamiento físico, pero no social. El primer consejo sería: tenemos que seguir conectados socialmente, a través de la tecnología, como lo hacemos ahora. El segundo consejo sería mantener una rutina diaria. Esto nos aumenta la sensación de previsibilidad en un momento de incertidumbre total. Y además hay que aprovechar a dormir 8 horas por día. El sueño refuerza el sistema inmune.
Tener pesadillas, muchas veces tiene que ver con la condición de base de uno. Si uno tiene ansiedad, síntomas depresivos, estrés, eso impacta en el sueño. Tenemos que mejorar los niveles de bienestar, bajar la ansiedad y el estrés, y eso nos va a ayudar. Es importante la higiene del sueño.
Otro tema es cómo hablarle a los chicos, cómo explicarles lo que está pasando. Es un gran tema. Los chicos necesitan saber, pero a los más pequeños tenemos que tenerlos informados sin sobrecargarlos de información. Hay que escuchar sus emociones, pedirles que nos cuenten como se sienten, decirles que lo compartan con sus amigos. Y sobre todo, tenemos que entender que para cuidar a alguien uno tiene que estar bien.
En Argentina teníamos que hablar seriamente de la educación prepandemia. Esta crisis puso en evidencia, y espero que nos demos cuenta, que la educación es central para el progreso del país. Tenemos que saber que la educación no es solo dar información, sino ayudarlos a desarrollar una brújula confiable, y herramientas para navegar con confianza en un mundo cada vez más complejo, incierto y volátil. El éxito de la educación es acerca de la construcción de una identidad, la capacidad de las personas para actuar en forma independiente. Busca tener un propósito en la vida, tener curiosidad, una mente abierta, empatía, coraje. Movilizar recursos cognitivos para tomar acción.
Respecto del adulto mayor, hay que decir que la soledad crónica es un factor de mortalidad más importante que alcoholismo, la obesidad y la polución ambiental. Todos nosotros habremos ido al médico alguna vez, y nunca nos preguntó cuántos vínculos profundos teníamos. Parte de nuestro bienestar tiene que ver con eso. La población más afectada prepandemia era la del adulto mayor, y ahora viene esta pandemia donde tienen un mayor riesgo y tenemos que aislarlos. Una llamada a un adulto mayor que está solo le cambia el día y la semana.
¿Cómo termina todo esto en Argentina? ¿Cuando aparezca la vacuna o con la mayoría contagiada?
Creo que vamos a convivir con el virus unos meses. No veo que haya otra salida que convivir con el virus hasta entrado el año que viene o cuando salga la vacuna o la cura. Muchos dicen que este año, pero creo que por los procesos médicos y de producción, acá va a tardar en llegar. La cuarentena no es una cura, lo que hace es preparar al sistema de salud, pero ahora hay que apelar a la responsabilidad de la gente. Si no hacemos más testeos y más trazados de contactos, no veo otra solución más que la vacuna.
¿De qué forma podría una empresa sacar una oportunidad de esta crisis para motivar a su personal?
Es difícil cambiar porque vivimos muy influenciados por conductas automáticas, inconscientes, que venimos haciendo durante toda la vida. Cuando cambia el contexto, es una oportunidad para el cambio. Este contexto libera ciertos mecanismos biológicos que permiten luchar contra estos hábitos. En un contexto tan cambiante, estamos predispuestos al cambio. Después se podrá aprovechar o no. Los grupos tienen que valorar una palabra clave en este momento que es la empatía: imaginar qué piensa cada miembro del grupo, y los líderes de los grupos deben poner energías en eso, en que piensa el otro y no tanto en uno mismo. El líder es importante para tener una visión y tomar riesgos, pero es importante tener otras voces dominantes. También es importante tener diversidad de género.
¿Cómo se hace para salir a la vida sin miedo?
Estamos viendo la propagación de un virus, pero también del miedo, y eso me preocupa. El miedo es una emoción negativa que es necesaria, porque es nuestro sistema de alarma para detectar el peligro. Es importante porque nos permite sobrevivir. El antídoto para el miedo es el conocimiento y la cooperación, esto que hacemos ahora: brindar información y estar juntos. Tengamos menos miedo y más cuidado, conocimiento y cooperación.
Es importante que trabajemos para desarrollar un espíritu colectivo para hacer frente a lo que deje la pandemia. Todavía no sabemos cómo será el mundo cuando le ganemos al coronavirus, muchos pensamos que el día después ya empezó. El proceso que estamos viviendo nos obligará a redescubrir nuestra mejor versión en el largo plazo. La empatía nos permite entender que dependemos de todos y cada uno para salir adelante.
Hace meses que nosotros hacemos cosas que no hacíamos. Yo ahora salgo a la calle, veo a un amigo y me freno para abrazarlo. Hacer cosas que no hacíamos habitualmente, como nuestros hábitos, requiere un esfuerzo mental y los recursos mentales y emocionales son limitados. El alargamiento de la pandemia, la falta de horizonte en muchos países, la imposibilidad de predecir cuándo va a terminar esto y también la complicación económica aumentan el desgaste cognitivo y emocional: aparecen síntomas como ansiedad, angustia, estrés, agotamiento, insomnio, desapego, irritabilidad… En países tan desiguales como los nuestros, aunque a uno le vaya bien en lo personal, la desigualdad social, la pobreza y los altos índices de corrupción son temas que hoy se sabe, con evidencia científica, que afectan el bienestar de uno. Creo que esta crisis debe tener una respuesta comunitaria, por eso una palabra clave es resiliencia y otra palabra clave es empatía.
Debemos regular la exposición a las noticias sobre la pandemia para evitar la sobreinformación y la desinformación, así como hay que saborear las pequeñas cosas del día a día, como bailar, pintar o cantar, en aras de generar ese estado placentero en que la noción del tiempo, del espacio y de uno mismo disminuyan.
Las pandemias muestran que las consecuentes medidas de aislamiento pueden causar un impacto mental significativo y duradero en la población. Por eso, es importante que quienes diseñan las estrategias para enfrentar la pandemia deben tomar en cuenta que la salud es un todo integral, es imprescindible contemplar a las personas en toda su complejidad, porque, además del resguardo del contagio del virus, es fundamental cuidar nuestra integridad mental, emocional, socio-afectiva y económica. Se avecina una pandemia de enfermedad mental y debe tener una respuesta urgente y prioritaria. Si no abordamos el bienestar emocional de nuestra comunidad, se generarán costos humanos, sociales y económicos a largo plazo con enormes consecuencias.