Economía

Entre la chispa y el fogonazo, el ajuste ya empezó, hay shock de precios y el arroz vale más que el dólar

Por José Aranda ANÁLISIS 

Redacción EL LIBERAL

Los precios vienen acelerando a punto tal que la semana pasada, un paquete de arroz o de fideos le ganó al incremento que tuvo el dólar paralelo. Y también a todos los otros dólares libres. Muchos de los alimentos están convergiendo a un precio entre los $900 a $1.000 por kilogramo. Es el valor del dólar paralelo. Hay algunos que incluso han superado ese andarivel. Pero también, hay otros que están retrasados. Los básicos como el arroz, el pan, los fideos, el azúcar, los quesos, el aceite, están ya chocando y empezando a superar ese límite.

Hay un cálculo que hacen varios economistas que indica que el dólar oficial, que cotiza a $376, está desfasado en más de un 100% con respecto de los dólares libres y que esa brecha es la que se cubrirá mediante una devaluación cuando asuma Javier Milei para buscar unificar los tipos de cambio o hacerlos converger hacia uno más real que esos $376. Ese nuevo dólar, lo ubican entre los $700 y $800. 

El viernes pasado, el dólar turista cerró a $960, el blue a $955, el CCL a $904,90 y el MEP a $933,98. Acortar esa brecha con el oficial, implicaría acercar ese tipo de cambio a estos valores. Implicaría, devaluar. La cuestión más dura y que profundizaría la temperatura inflacionaria es que a través del tipo de cambio oficial ajustan una gran cantidad de precios de la economía. Por ejemplo, los alimentos y mucho de todos los insumos necesarios para producir alimentos. Desde el plástico para embolsar el arroz, hasta el trigo con el que se produce la harina. De allí que una devaluación y según su magnitud podría derivar en más chispas, en un fogonazo o una llamarada inflacionaria. La muestra más cercana del 14 de agosto, post Paso, cuando se devaluó un 23% es la muestra de lo que sería una chispa. 

Por ello, en el fragor de la campaña electoral y aun con la elección definida, comenzaron a acelerarse los incrementos de precios. Porque cada sector busca llegar al 10 de diciembre para cubrirse con precios cercanos a los que sería ese nuevo dólar oficial. Algunos, ya se pasaron de largo, otros aún están por debajo. Por ejemplo, los regulados como las tarifas y los combustibles vienen mirando desde atrás la carrera. Un dato tras estos últimos sacudones de precios: la nafta Súper cuesta hoy un tercio de lo que vale un paquete de fideos o de arroz.

En cambio, otros como los fideos avanzaron en sus precios de a chispazos. Subieron un 15%, luego otro porcentaje similar y redondearon un 50 ó 60% hasta alcanzar un rango de precios de entre $800 a $1.200 por paquete según la marca. Hasta ahora. Otro caso es el de los medicamentos cuyo valor equivale a una explosión de aumentos: Promedian el 40% entre noviembre y este mes. Pero algunos alcanzaron casi el 100%. Y otro caso más reducido aún es el de los combustibles.

Luego de la escasez que hubo hace un mes, previo al balotaje, el precio subió en promedio un 15% y a fines de noviembre, otro 12% promedio. Fue el ajuste más fuerte de todo el año, el del mes pasado. Pero desde entonces no avanzaron más. Subieron un 100% desde enero contra una inflación que cerrará el año por encima del 180%. ¿Ese atraso se corregirá en shock o gradualmente?

En este sentido, la semana anterior hubo dos definiciones fuertes. La primera ni bien bajó del avión que lo trajo de EEUU, Javier Milei anticipó que va a haber estanflación. Ese estancamiento de la economía con inflación al que alude, ya lo venimos viviendo. Al parecer, el plan es que la estanflación, la caída de la economía, se continúe agudizando y produzca luego de unos meses un efecto que junto a las otras medidas que pretende tomar como bajar el gasto para eliminar el déficit fiscal y también la emisión monetaria, desembarque en una nueva situación de la economía, mejor que la actual.

Pero, ¿cuánto más se podrá estancar y caer la economía? ¿Cuánto más podrá subir la inflación sin que se desmadre y espiralice? ¿Cuánto ajuste fiscal con más inflación soporta la sociedad? ¿Qué garantías hay que el plan funcione? Ese es el mecanismo de relojería que Milei señala que hay que trabajar para evitar la híper. Bueno, no somos Suiza. Y ya hubo experiencias fallidas en eso de llevar el “excell” a la realidad. Y aquí puede haber fecha de ingreso, pero no de salida.

La economista Diana Mondino, futura canciller del gobierno de La Libertad Avanza (LLA) deslizó la semana pasada algunas definiciones, también importantes. Volvió a señalar que los controles de precios no sirven para nada –si a Massa le hubiera funcionado, quizá no hubiera llevado a la inflación de tres dígitos que tenemos hoy— y dijo algo más que devela la estrategia en materia de precios: “Los precios máximos, los precios cuidados, tienen que desaparecer. Lo que no tiene que haber es control de precios, nunca funcionó”, indicó. Y agregó: “Si dejás precios libres, las empresas harán lo mejor que puedan. Hay que generar competencia”. En parte, por ese camino parecieran estar yendo varias alimenticias y ahora también los laboratorios de medicamentos en estos últimos días, con una política de precios que pareciera responder a una máxima acunada en crisis previas: “Mejor pasarse, que quedarse cortos”. Más aún en un recambio presidencial.

En este contexto, con este mar de fondo, la lógica de mercado que buscará imponer LLA es pasar de un extremo al otro: Dejar que el mercado haga su trabajo en materia de precios. Si hay quien quiere vender a $3.000 un paquete de 1 kg de arroz, que lo haga. Porque en un tiempo, si nadie le compra, lo tendrá que bajar hasta lo que el mercado esté dispuesto a pagar. Pero el tema es que el hambre heredado y el que va a sumar esta estanflación, no es flexible. Por lo general, la gente quiere comer todos los días. Esa necesidad no tiene la flexibilidad que tiene el subir y bajar los precios. 

El próximo domingo asumirá el gobierno Javier Milei y desde entonces, también comenzará a correr el tiempo de la “luna de miel” que tendrá para ejecutar y volver a convencer a la gente que las medidas que adopte, ahora sí como Gobierno y ya no como candidato ni como crítico comentarista de la realidad, son las necesarias para ir hacia una mejora de la economía. 

En estas semanas post balotaje, con ministros que son designados y luego se apartan, con funcionarios que están en la grilla pero que al rato dejan de serlo, la dolarización que fue caballito de batalla en la campaña, ahora está más lejana. 

Hay todo un cambio de expectativas que hizo que el dólar baje un poco en estos últimos días, que los mercados financieros vuelen en el valor de las acciones de empresas, que el riesgo país se hunda por debajo de los 2000 puntos, todas reacciones que apuntan al futuro. A un futuro al cual el mercado rotula como “lo que viene es mejor”. Pero ese futuro optimista que muestran los mercados, también, tiene la contracara de la aridez diaria del presente, del día a día de la gente, de la estanflación heredada y con la que va a tener que convivir el nuevo gobierno. Milei. Y, sobre todo, ese 40 y pico de pobreza que en un escenario estanflacionario se va a agudizar.

Las marchas y contra marchas y los cambios sobre la hora en LLA, indican que el presidente electo ya pasó del discurso de campaña al pragmatismo. Y también que así va a tener que gobernar. Porque la realidad va mostrando sus filosas aristas. 

La receta de los manuales económicos señala que habría que hacer este sacrificio para llegar a buen puerto. Pero mientras tanto, habrá que remar en un mar de arena. Y en el camino habrá que ir viendo si todo este reajuste de precios que estamos padeciendo es una chispa, un fogonazo o si ya estamos en medio de las llamas. Antes que Milei, la realidad ya comenzó el proceso de ajuste. Cuando asuma el próximo domingo, el presidente electo va a tener que ser muy claro en su mensaje: Qué es lo que va a hacer y cómo, hacia donde vamos y qué tan lejos está la otra orilla.

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