Opinión

Antula: la opinión de los demás sobre su vida y apostolado "Informe del Obispo Malvar y Pinto al Papa Pío VI

Por Padre Mario Ramón Tenti ESPECIAL PARA EL LIBERAL

La mirada de los demás influyen en nuestro modo de pensar y comportamiento. La familia, nuestro círculo más íntimo y el resto de la sociedad median en la conformación de nuestra identidad, en la autoestima personal y en el crecimiento y desarrollo de nuestros talentos y capacidades, así como en la valoración que tenemos de nosotros mismos y la realidad que nos rodea. 

Para las personas de fe, y este es el caso de Antula, más importante que las miradas de los pares es la de Dios. El confrontarse permanentemente con su voluntad le permitió desarrollar una personalidad de fuertes convicciones más allá de las expectativas sociales y la valoración que las personas tenían de los frutos de su apostolado.  

Antula siempre buscaba agradar a Dios y sólo a él, y poseía una humildad extraordinaria que anteponía el cumplimiento de la voluntad de Dios sobre todas las cosas.  

Llama la atención que Antula solicite al Obispo de Buenas Aires, Fray Sebastián Malvar y Pinto, siguiendo el consejo del Padre Juárez, redacte y envié al Papa Pío VI "un informe" sobre su tarea apostólica a fin de conseguir gracias y privilegios de la santa sede para su obra. Dicha solicitud tiene por finalidad conseguir las gracias para esta "empresa" de la cuál ella es sólo un "vil instrumento". 

El 15 de Enero de 1784 el Obispo Malvar eleva al Papa Pío VI el informe solicitado por la Sierva de Dios. 

Comienza diciendo que luego de haber dado durante 12 años los Ejercicios en la Provincia del Tucumán con grandes frutos, Antula llegó a Buenos Aires a finales de 1779 y les solicitó "licencias" para organizarlos allí. Las mismas fueron denegadas durante 9 meses y luego de probar su espíritu y ver las señales del mismo Dios en ella, le concedieron las autorizaciones solicitadas. 

Refiere que en agosto de 1780 comenzaron los ejercicios y a la fecha del informe unas 15.000 personas habían participado de los mismos, de manera gratuita, durante los 10 días de duración: "aquí es donde se hecha de ver la inagotable Providencia del Todopoderoso". 

Respecto del método de los ejercicios es "inmaculado", y produce muchas conversiones de personas que están alejados de las capillas y posibilidades de confesar sus pecados. "Todos con arrepentimiento verdadero, lloran su estregada vida, y conciben firmes propósitos de enmendarse.. y en todos se palpa el aprovechamiento espiritual, y adelanto de la virtud". 

El mismo Obispo hará los Ejercicios organizados por Antula lo que le permite expresarse no con opiniones de terceros sino por lo que "ha visto y experimentado". 

En carta al Padre Juárez del 26 de mayo de 1785 Antula le comenta haber recibido el Rescripto Pontificio en el que el Papa Pío VI le concede tres veces al año, por quince años, Indulgencias Plenarias a los que participen de los Ejercicios en obispados de Buenos Aires y Tucumán. Aún agradecida por estos beneficios los considera insuficientes ya que los Ejercicios se realizan durante todo el año. Por eso, le pide a Juárez que le tramite una "concesión más universal" de parte del Santo Padre. Finalmente el Papa Pío VI con Rescripto Pontificio del 17 de septiembre de 1785 extiende las Indulgencias Plenarias en favor de todos los que realicen los Ejercicios Espirituales promovidos por Antula incluso a modo de sufragio por los fieles difuntos. 

En el Evangelio de Lucas leemos "al árbol se lo conoce por su frutos" (Lc 6, 44), y esta es una verdad insoslayable. Más allá de lo que se diga de Mama Antula, del juicio que las personas de su tiempo y en la actualidad puedan tener de ella, la descripción y valoración de su apostolado muestran quién es esta mujer, cuáles eran los propósitos de su vida, que principios y valores apuntalaban su forma de pensar, sentir y actuar. 

En definitiva, para ella más importante que la mirada de los demás es la mirada de Dios, el cumplir su voluntad: "¡Cómo viviré yo tan obligada a esta Suprema Majestad¡ que verdaderamente hablando, a la vista y práctica de lo dicho, vivo confundida, y mi único consuelo es el darle muchas gracias y ofrecerme ciegamente a su santa voluntad" (Carta de Antula al Padre Juárez 5 de septiembre de 1782). 

Igualmente, en su carta al Padre Juárez del 25 de enero de 1783 le comenta que pensó pedir "certificaciones auténticas de las ciudades" para dar mayor importancia a los Ejercicios, pero luego comprendió que más importante eran los frutos de conversión producidos por los mismos que los informes de los hombres: "… en esta empresa no he de seguir sino aquello que la Divina Providencia me suministrase, no debo aspirar consecución para este fin que venga mezclado con aplausos de los hombres".  

La mirada de Dios sobre Antula, como sobre los discípulos de Jesús, al decir del Papa Francisco es "una mirada que te lleva a crecer, a ir adelante; que te alienta porque te hace sentir que Él te quiere»; que da el valor necesario para seguirle." (Homilia del 21 de septiembre de 2013). 

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